martes, 6 de enero de 2015

DE LA IGNOMINIA Y DEL HAMBRE.

   Hay camisas propicias a las medallas. En vez de bolsillo, llevan un inmaculado hueco donde lucirlas. Sin embargo, aunque para sus dueños es inapreciable, están cosidas con el contaminado hilo de la ignominia. Casi siempre, ocupan los primeros lugares en banquetes con falsos manteles de papel mojado, adoran embriagarse hasta el orgasmo con aplausos que nunca sudaron y suelen aparecer sonrientes en las fotos de sociedad, con sus putrefactos áureas de santones de altar robado. Mientras estos cobardes de raído estandarte firman cheques sin honor y recogen donaciones en sus agujereados bolsillos, entre duscursos de huecas palabras sin peso ni belleza, Mohadmed, uno de tantos enfants de la rue, duerme en el cementerio de Tetuán y acude a diario a la estación, para engañar al hambre inhalando el humo de los tubos de escape de los autobuses -el pegamento, otrora remedio para evadir la rutina de su miseria, es demasiado caro-.

   Todo esto ocurre, a la vez que cientos de barrenderos pulen las aceras y arcenes de las avenidas y carreteras principales, por si al rey -de vacaciones por la zona- se le ocurre pasear su orgullo patrio por la ciudad. Las neveras y despensas de los centros de acogida de menores están igual de limpias, por cierto.




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