jueves, 19 de marzo de 2015

ENSUEÑOS, HIPOPÓTAMOS Y EL POETA PRESIDENTE



   Hay tardes propicias a la somnolencia. Unos días es el frío, otro el cansancio, otros, sin embargo, es sólo que el café no hizo su efecto a tiempo. Pero, esas sobremesas en las que no me calzo las zapatillas ni me pongo el cortavientos para mi caminata diaria, me siento frente al televisor y dejo que Saber y ganar, ya en sus emociones postreras, vaya abriendo la puerta del sueño y cerrando la cuenca de mis ojos. Cuando llegan los animales, ya estoy dando cabezazos contra el reposacabezas del sillón; lo que mi abuelo llama, para excusarse -de manera más fina que don Camilo- eclipsarse. Comienzo entonces ese largo duermevela en el cualquier espejismo puede pasar por mi mente fatigada y acabo soñando con hipopótamos sumergidos en el Nilo o con leones comiendo cualquier animal saltarín de la sabana. 

   Algo parecido me ocurre por las mañanas, sobre todo si he dormido poco, cuando la radio sintoniza a la hora acordada con la Cadena Ser y me despierta, poco a poco, con las noticias del día. Casi siempre, acabo de nuevo en un bucle de ensoñación -a la manera vespertina pero, a veces, cono otro tipo de animales- y, algunos días, tengo pequeños sueños con lo que estoy escuchando en el transistor. Así, puedo perseguir ladrones a punta de pistola o decirle cuatro cosas bien dichas y otras diez mal dichas al señor presidente del Gobierno en el Congreso de los diputados. No puedo remediarlo, los ensueños forman parte también del génesis de mi pensamiento.

   La entelequia del otro día me pareció muy bonita. Camino del baño, recordaba cómo había soñado con que Luis García Montero iba a ser el candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid por Izquierda Unida. Pulsando la cisterna y abriendo el grifo del baño, recordaba aquellas utopías pos-adolescentes en las que me imaginaba un mundo gobernado y dirigido por filósofos y poetas, en el que importaría más aprender que ganar, soñar que conseguir o ayudar que conquistar. Soñaba entonces con unos políticos interesados y preocupados por la cultura de su pueblo, por la educación libre de sus conciudadanos, por la igualdad de las personas, sin importar género, color o ideología; unos políticos alejados de los lobos económicos, enemigos de los carroñeros de desgracias ajenas, enfrentados a los que se aprovechan del débil. Estaba convencido de que ese mundo sería más justo por la sencilla razón de que este tipo de dirigentes están formados en esa ética que la humanidad ha ido tejiendo a lo largo de los siglos. Mientras me secaba la cara y me miraba al espejo, sonreía con aquella idea de antaño. Ojalá el poeta fuera Presidente.

   Bajé a desayunar y puse las noticias, de nuevo, porque tengo la imperiosa costumbre de irme a trabajar cabreado con las lindezas que pasan en nuestro curioso país y en el mundo. No podía ser -casi se me cae al suelo la taza con la leche ya caliente- "Luis García Montero confirma a la Cadena Ser su candidatura..." decía Pepa Bueno y la radio dejó de oírse. Tantas emociones vinieron de repente a mi mente que, creo, me dejé la mitad del bufé sin comer. Sobre todo alegría. Soñar con que el poeta sea presidente llena de esperanza mi espíritu de votante de izquierdas -con todas sus connotaciones de confusión que eso siempre implica-. El desconcierto se alejó de mi roja indecisión electoral y supe que mi primera impresión, de hace casi un año -cuando a la gente cansada del oscurantismo reaccionario y tufo decimonónico, se nos presentaban nuevos pero ambiguos aires- sería la decisión acertada; el poeta acudía de nuevo en mi auxilio, como tantas noches de insomnio y lecturas en verso en las que busqué consuelo y brújula.

   A parte de la ideología, quien haya leído la poesía de Luis García Montero o cualquiera de sus novelas o le haya escuchado la noche de los viernes, tan cerca de Angels Barceló -tan cerca de todos- sabe que es una persona elocuente, culta y con la perspectiva de la vida y de la sociedad suficiente como para encontrar el camino adecuado para la malograda vida política madrileña; y, sobre todo, para barrer desilusiones y desesperanzas en la gente de toda la comunidad. Pensar en él como dirigente me retrotrae, no sé por qué, a la figura de Tierno Galván -al que no conocí de manera consciente, pues era demasiado pequeño- y me ilusiona. Ojalá el poeta sea Presidente. Iba repitiendo camino del colegio. Y, por primera vez en mucho tiempo, las noticias me hicieron caminar con una esperanzada sonrisa.



martes, 6 de enero de 2015

DE LA IGNOMINIA Y DEL HAMBRE.

   Hay camisas propicias a las medallas. En vez de bolsillo, llevan un inmaculado hueco donde lucirlas. Sin embargo, aunque para sus dueños es inapreciable, están cosidas con el contaminado hilo de la ignominia. Casi siempre, ocupan los primeros lugares en banquetes con falsos manteles de papel mojado, adoran embriagarse hasta el orgasmo con aplausos que nunca sudaron y suelen aparecer sonrientes en las fotos de sociedad, con sus putrefactos áureas de santones de altar robado. Mientras estos cobardes de raído estandarte firman cheques sin honor y recogen donaciones en sus agujereados bolsillos, entre duscursos de huecas palabras sin peso ni belleza, Mohadmed, uno de tantos enfants de la rue, duerme en el cementerio de Tetuán y acude a diario a la estación, para engañar al hambre inhalando el humo de los tubos de escape de los autobuses -el pegamento, otrora remedio para evadir la rutina de su miseria, es demasiado caro-.

   Todo esto ocurre, a la vez que cientos de barrenderos pulen las aceras y arcenes de las avenidas y carreteras principales, por si al rey -de vacaciones por la zona- se le ocurre pasear su orgullo patrio por la ciudad. Las neveras y despensas de los centros de acogida de menores están igual de limpias, por cierto.